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Argentina debutó con Bosnia. Y Pelé...

Argentina ganó y espera el partido con Irán

Domingo 15 de junio. ¿Alguien se acordó de que era el día del padre? Estábamos todos tan entusiasmados con el debut de la selección argentina en el mundial que muchos casi seguimos de largo hasta 2015.

Me despertó una vuvuzela a eso de las 11 de la matina. Recién a las 6 de la tarde salí a hacer el reconocimiento del terreno. Nomás cerrar la puerta de casa me crucé un perro con camiseta. Un perro con cuatro patas, no un pésimo jugador, se entiende. En la esquina del Hospital Ramos Mejía dio la vuelta un nene con acento caribeño, pelito mota, con la 10 en la espalda y los colores argentinos pintados con esmero en la mejilla. ¿Cómo vino a parar este chico acá? Y ¿cómo es que iba a hinchar por nuestro país?

Un móvil de canal América observaba atento cualquier movimiento en la intersección de dos avenidas importantes de Capital Federal. Mientras, un vendedor ambulante trataba de deshacerse de las últimas cornetas en medio de la 9 de Julio. El obelisco vacío. El cielo encapotado. La famosa panadería de Córdoba y Mario Bravo parecía festejar el bicentenario, tantas eran las cintas albicelestes que colgaban de su vidriera. En Parque Centenario quedaban algunos puesteros rezagados, que desarmaban sus kioscos mientras Ángel Gallardo era una maraña de autos que intentaban llegar a destino.

Invitación a locrear con amigos. Un vinito recién llegado de Salta. Una madre auto marginada en la pieza por cuestionar e insultar cualquier decisión del árbitro. Mensajes de último momento de alguien que espera una ambulancia porque el padre se acaba de descomponer. ¡Lo que iba a tener que esperar!

Son casi las 7 y está sonando el himno. ¿La bombonera? No, el Maracaná a punto de estallar. Y miles de fanáticos que se quedaron fuera de la cancha, en la que jugamos de local. Por suerte la hinchada renovó los cánticos demodé con lo mejor del repertorio de los estadios argentinos.

¿Se puede ser categórica? El partido fue malo. En la conferencia de prensa pos partido, Sabella reconoció que se equivocó con la línea de 5 del fondo. A nuestros defensores les ganaban las espaldas los delanteros bosnios, hasta casi por obligación. Fede Fernández se la pasó despejando pelotas dentro del área que custodiaba Romero, mientras Rojo tiró una rabona que puso los pelos de punta a más de uno. El pibe no maneja la derecha, y no le quedó más remedio que sacarla así. Era eso o mandarla al córner con la de palo, y rezar para que no terminara contra nuestra propia red. Después de esta jugada me conectaron el corazón artificial.

El primer gol fue el más tempranero de este mundial. A los tres minutos estábamos 1 arriba con un tanto en contra de Kolašinac. Tuvimos que esperar hasta el minuto 65 para ver algo de jogo bonito. La jugada arrancó en la mitad de la cancha. Messi recorrió un buen trayecto con la pelota pegada a su pie. Se la dio a Higuaín, quien le devolvió una pared ya pintada y con los cuadros colgados. Lionel arremetió hacia el medio para perfilarse bien en el remate, que esquinó profundo, a la derecha del arquero bosnio. La redonda recorrió toda la línea de gol de derecha a izquierda mientras saltábamos de alegría y respirábamos con dificultad.

El resto del juego argentino fue pérdidas de pelota en el medio campo; pases cortos bien interceptados por los centrales de Bosnia; pases malos que agradecían los rivales apenas llegaba a sus pies; pases largos que se iban por la línea del arco; en fin, unos pases desastrosos. Todo eso junto en el primer tiempo.

Aunque los medios sean resultadistas, le hayan dado 8 puntos a Messi y lo confirmen una vez más como el mejor de todos, la figura del partido fue Gago. Y acá no transo con nadie. Entró en el segundo tiempo y marcó la diferencia. Pases precisos, buena recuperación en la mitad de cancha, enlace necesario de los delanteros, tenedor de la pelota y generador de juego.

Argentina le ganó a Bosnia 2 a 1. De pedo. Faltaban 5 minutos para el final del partido. Ellos no dejaban de intentar acercarse a nuestro arco. Al fin, nos lastimaron con una pelota que se coló entre las piernas de Romero.

Solo después de dos platos de locro furioso mis manos dejaron de temblar y me pude poner a escribir.