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Visitamos El Muro de Berlín en Buenos Aires

A 50 años de la construcción del ícono más representativo de la Guerra Fría.

Sobre la superficie del concreto hay varias capas superpuestas de dibujos, inscripciones y grandes letras hechas con pintura en aerosol. Pedazos de palabras difícilmente reconstruibles se amontonan una sobre otra, como se amontonaron millares de personas para encontrar a sus seres queridos y reconstruir las vidas despedazadas por casi treinta años de muro.

Sobre los bordes de cada uno de los bloques, se ven las huellas del trabajo de picos, cinceles y herramientas para romper la piedra. La fortificación creada para resistir el golpe de granadas y tanques fue derribada con herramientas precarias: picos, martillos y miles de manos unidas en un acto de libertad y paz.

El muro, que se comenzó a construir el 13 de agosto de 1961 y fue derrumbado el 9 de noviembre de 1989, fue uno de los símbolos más palpables de la Guerra Fría, separó a miles de familias por casi treinta años y dejó un saldo de entre 270 y 950 muertos (según se sigan cifras oficiales o de organizaciones civiles).

En el mismo año de la caída del Muro de Berlín, doce bloques que amurallaban la zona de la Plaza De Postdam, muy cerca de la célebre Puerta de Brandemburgo, fueron traídos desde Alemania hasta Buenos Aires, recorriendo más de once mil kilómetros por mar y tierra.

Adquiridos por la Fundación Perfil, los bloques son exhibidos en el hall de entrada de su edificio, en pleno centro porteño, como un símbolo universal de libertad.

Tras su arribo a la Argentina, uno de los doce bloques fue reducido a escombros y distribuido en pequeñas piedritas con cada ejemplar de la revista “Noticias” –una de las más importantes de la Editorial– como obsequio a los lectores y en homenaje al suceso que conmovió al mundo.

Junto a la biblioteca de la Editorial, los altos bloques del muro están acompañados por documentos fotográficos que cuentan su triste historia: el primitivo vallado de alambre de púas, la imagen de un obrero apilando ladrillos bajo la custodia de soldados, familiares comunicándose a través de las rendijas en el cemento.

En el hall del edificio de Perfil, los bloques del muro parecen descansar en un silencio elocuente. Los graffitis anónimos reviven las voces de los que se murieron queriendo cruzarlo y las de los que usaron sus manos para derrumbarlo…