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Circuito nocturno en Buenos Aires

La noche de Buenos Aires... nadie sabe a qué hora termina.

La ciudad hace gala de sus mejores bares y boliches que por las noches, si la consigna es bailar y disfrutar un trago, iluminan lo que dejó el día. Desde la Costanera, con vista al río, hasta viejas casonas del centro de la ciudad, toda la capital se mueve al compás de diferentes ritmos, y siempre está invitado todo aquel que quiera disfrutar.

La noche podría comenzar en algún multiespacio que ofrezca cena con sushi o comida étnica y luego todo se torne algo electrónico para saltar un rato. Asia de Cuba es una buena opción, si lo que se busca es permanecer en un mismo lugar. A metros del Hotel Hilton, objetos orientales se mezclan con el furor del naranja que se refleja en la infaltable bola de boliche.

Teatro, galería, discoteca y platos de nivel. Niceto, sobre la calle Niceto Vega al 5510, también cuenta con variadas ofertas. La cena es infaltable, y luego, según el día, el platillo fuerte musical. De jueves a sábados, puede volverse a la década del setenta, escucharse algo de música electrónica o saltar incansablemente durante algún recital de algún artista del rock nacional.

En el Centro, en Suipacha al 384, sobre la confitería La Ideal, en donde pueden elegirse los sabores tradicionales de la cocina argentina, se abre un primer piso los fines de semana en donde la música no da tregua.

Cerca de allí, en Alsina 934, el antiguo Palacio Alsina, conocido como Big One, guarda historias que por las noches, en medio de los pasos de baile y el sonido electrónico del DJ, suelen comentarse entre los asiduos. Dicen que en este edificio de construcción glamorosamente antigua, solía funcionar una iglesia protestante, antes del bautismo del boliche que precedió a Big One, L’ inferno.

Punta Carrasco es un buen lugar para el final del recorrido. Los días de verano, junto al río, pueden encontrarse un rato de silencio mientras se vislumbra el amanecer.

Un recuerdo, El rey de la noche
Dueño de las noches porteñas, personaje políticamente incorrecto pero por demás querible, Isidoro Cañones, a partir de las historietas de Dante Quinterno, se convirtió en el “mayor playboy de Buenos Aires” en los años cuarenta y cincuenta, y fue líder muchos tiempo más. Poco afecto al trabajo, siempre podía vérselo con un vaso de whisky en la mano para entonarse. Isidoro se movía de fiesta en fiesta y con el un tendal de mujeres bonitas que lo seguían en la diversión. Buena ropa, peinado a la gomina, se codeó en las historietas con más de una celebridad en la mítica Mau Mau. El tiempo pasó y la noche en la ciudad, a pesar de no ser una historieta, se llena de Isidoros que salen en busca de fiesta, aunque no haya más Mau Mau.