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¡¡¡El Abasto se vuelve hermoso cuando llueve....!!!!

Cuando llueve todo cambia, incluso nuestra perspectiva para ver las cosas.

La lluvia moja, sí...¿pero no vale la pena mojarse un rato en una de las ciudades más hermosas?

Con paraguas o sin paraguas, Buenos Aires se vuelve única con lluvia.

No hay nada más lindo que salir a caminar por lluvia por nuestra propia ciudad de Buenos Aires.

Cuando caen dos gotas, todo lo que conocemos se transforma por completo y comenzamos a vivir una experiencia única difícil de trasmitir en palabras.

Pero vamos a hacer un intento hoy en el barrio del Abasto, en Balvanera, en el Once, como más te guste nombrarlo.

Empecemos por el Abasto. Ni bien empieza la lluvia todo el mundo comienza a moverse de otra manera.

Comienza el apuro, la necesidad de guarecerse de las gotas, de entrar a un taxi, de sentirnos protegidos. Carlos Gardel observa la escena desde su esquina predilecta, mirando a la tanguería que orgullosa lleva su nombre y abre sus puertas noche a noche.

Sobre la Avenida Corrientes, el famoso Shopping comienza a aglutinar en sus puertas a una cantidad de visitantes impensadas, que se aloja en su hall de entrada y que no deja ni salir ni entrar a nadie.

Algo parecido sucede con la estación del subterráneo. Sus escaleras no dejan ni entrar al subte ni salir de él, todo el mundo busca un techo y no hay como estar “bajo tierra” para lograr estar seco.

Si llueve copiosamente no hay como acercarse a las viejas cantinas del barrio, testigos privilegiadas del paso del tiempo, en busca de escuchar los sonidos que emana un tango.

La pasión por el 2 x 4 ha logrado trascender en sus milongas y bares las diferencias generacionales, y desde las últimas décadas no han parado de multiplicarse incorporando horarios y temáticas distintas para bailar a toda hora.

La calle Jean Jaures es hoy, la huella imborrable que dejó el movimiento del fileteado porteño en la ciudad de Buenos Aires. Sus marcas indelebles van pintando todo lo que tocan hasta llegar a la casa del Morocho del Abasto.

Allí, hoy convertida en museo descansa los vestigios del más grande cantor de tango y de Doña Berta, su madre, quién puertas adentro disfrutaba los grandes éxitos de su inigualable hijo.

La lluvia todo lo puede en el Abasto, solo hay que rendirse al mal tiempo y disfrutar siempre a Buenos Aires, esta vez mojada.